lunes, 29 de octubre de 2012

Sandy tuvo misericordia con nosotras.

Por Moraima Zulueta
moraima@gritodebaire.icrt.cu

¡Misericordia, misericordia, sálvanos  Señor! Era la exclamación de mi madre, quien como yo nunca habíamos sufrido en carne propia los efectos de un ciclón.

Era Sandy, quien arremetía con rabia, con fuerzas sobre las paredes y cubierta de la casa. La noche más oscura de lo habitual, obligaba a prender una vela, cuya tenue llama mirábamos resguardadas en complicidad y suplicando en silencio a imágenes religiosas ausentes.

El destino era incierto. El ruido de los vientos huracanados silbaban  en nuestros  oídos con los golpes estrepitosos de cuerpos extraños que volaban y caían sin descanso.

¡Auxilo, auxilio! Repetían vecinos que veían en medio de la oscuridad desplomar el techo de sus viviendas, sin embargo, no podíamos ayudarlos ante el  paso devastador de Sandy.

De pronto, se distinguía luces de un carro que traspasaba el umbral del pánico. ¿Qué pasaba? La preocupación era lógica.

Caminamos hacia una de las persianas del frente de la casa para saber. Era unos de los vehículos del Comando Territorial de Bomberos que vinieron a proteger a familias urgidas de socorro.

El teléfono timbraba a menudo. ¿Cómo la están pasando? Con miedo, pero seguras respondíamos con inmediatez y colgábamos el auricular.

No veíamos despuntar el alba, y las lluvias y el viento permanecían furiosos. No había sueño, sí temblores y cólicos. Bryan; mi perrito me miraba con susto y ladridos de vez en vez; sabia que algo raro pasaba.

Transcurrían  las horas de la cruel madrugada con Sandy que se alejaba;  mientras mi mamá y yo nos abrazamos y dimos gracias a Dios por estar vivas. Nos fuimos a nuestros cuartos a descansar, escasamente dos horas, para levantarnos a compartir el dolor multiplicado con vecinos afectados.

El lamento y las  anécdotas se escuchaban en todo el barrio que recibía el amanecer con la naturaleza desgarrada, con casas dañadas, sin electricidad, y sin agua para el consumo.

Fue Sandy quien nos dejó la huella. Ahora mi mamá y yo sabemos qué es un ciclón, quienes rogamos a madre natura que la adversidad  climatológica no vuelva a repetirse.