miércoles, 27 de junio de 2012

El que tiene padrino se bautiza

Por Moraima Zulueta
moraima@gritodebaire.icrt.cu

¿Quien no conoce esta frase? La expresión  ha pasado a ser parte de la historia de Contramaestre,   vinculada directamente  a  “San Juan”, padrino  espiritual y motivación de las fiestas patronales de este  asentamiento.

La celebración se ha convertido en patrimonio de  valor social y testimonial de la ciudad,   asociada con las formas de vida de los diferentes grupos que la habitan, formando parte de sus tradiciones y costumbres, así como de su memoria colectiva,   desarrollándose en diversos escenarios físicos definidos y   relacionados directamente con la imagen de los mismos.

¿Cuándo se inició esta festividad? A principios  del siglo XX con la construcción del ferrocarril  y la carretera central, Contramaestre  se desarrolla y muchos emigrantes españoles vienen en busca de prosperidad y se asientan en el mismo.

Dentro de estos  desplazados  se encontraba Juan Ríos  Rodríguez, canario de nacimiento, quien compra  caballerías  de tierras en 1909 hacia el norte y noroeste del asentamiento y las dedica a la cría del ganado, percatándose que en presencia de un  pueblo muy joven,   sus orígenes no estaban  vinculados al período colonial,  desprovisto de un patronato que marcaba la costumbre de muchos pueblos y ciudades en Cuba y el mundo.

Ante esa observación decide reunirse con otros emigrantes y algunos pobladores para proponer a “San Juan” como padrino del asentamiento, cuya argumentación  tenía como referencia  las aguas,  principalmente  aquellas que  abrieran  y cerraran el verano, y  vinculadas con la recogida de las cosechas de ciclo corto e intermedio,  como maíz, frijoles, calabazas y boniatos; la mayoría de ellas utilizadas    en curaciones, limpiezas espirituales y misas.

A partir de  la propuesta comienza una polémica: ¿por qué este patrón  y no otro, si “San Juan” era distintivo de   la ciudad de Camagüey?. Muchos de los emigrados  que participaban en este  asunto   coincidieron  con la proposición de Juan Ríos, pues en los  pueblos y aldeas de las que provenían, patrocinaba   este santo.

Después de llegar a un consenso se declaró  a “San Juan” el patrón del poblado el 15 de abril de 1955   en el local del Colegio Académico del pueblo. El acta constitutiva recoge la estructura funcional y los fines de la institución: "Art. 2: Los fines de este patronato son los de unir de manera firme a todos los vecinos de esta población, a fin de lograr una eficiente colaboración en la organización de San Juan. Logrando (...) que cada uno aporte sus intenciones al bien colectivo".

El  24 de junio  fue la fecha escogida para celebrar la  primera festividad, la que no tuvo  ninguna relación con la celebración del “San Juan” católico que  “su festividad se celebra el 27 de diciembre”,   siendo esta  festividad  absolutamente popular. 

¿Dónde y  cómo se celebraba? Al ser   una celebración  popular, no se realizaba en recintos cerrados sino que se escoge el mismo centro del asentamiento donde se encontraba  el parque “Jesús Rabí”  como su escenario.

En su alrededor se ubicaban inmuebles de gran valor para el asentamiento, tales como el Cine “Isabel”, el Hotel “Carnero”, tiendas, bares, el Casino hispano- cubano,  la mayoría con códigos arquitectónicos  Art Decó,  además hacia el convergían las principales vías del asentamiento, garantizando una buena accesibilidad.

En ese contorno  se colocaban  kioscos de yagua y guano donde se ofertaban bebidas, comidas y dulces. Los músicos aficionados de la región eran los encargados de amenizar esta fiesta que duraba por lo general dos días.

Lo más relevante de esta celebración es que al llegar la madrugada los  participantes se iban al río Contramaestre a bañarse debajo del puente que sirve de paso a la carretera Central, alegando que las aguas ese día estaban benditas por “San Juan”, y muchos, ya sea por sus creencias espirituales o católicas se bautizaban,  en  el día o la noche.

Otros  recogían en botellas agua para guardarlas en sus casas, y declaraban que estaba tibia a pesar del horario en que se sumergían.

Con el tiempo la clase pudiente  de la sociedad contramaestrense decide trasladar la festividad  hacia el Casino, donde se organizaban bailes de disfraces, comparsas y cenas, solo para sus asociados; ello simultáneo a la fiesta popular original.  

Su trascendencia  en el tiempo.
Durante varios años esta celebración fue una de las tradiciones más importantes del asentamiento. Con el triunfo de la Revolución y los cambios sociales, económicos,  culturales, políticos e ideológicos esta fue perdiendo importancia y quedando olvidada aparentemente. En varias ocasiones algunas personas  intercedieron ante el gobierno local para que se retomara esta costumbre, recibiendo negativas por parte de este,  la mayoría de las veces por desconocimiento, otras porque la política del gobierno estaba separada de intereses religiosos  y en algunas casos  por  ser cuadros provenientes de otras regiones con otras tradiciones.

Pero “nuestro patrimonio cultural y natural es una fuente insustituible de vida e inspiración, nuestra piedra de toque, nuestro punto de referencia, nuestra identidad.”   por eso aunque aparentemente este olvidado, relegado, postergado, la misma historia reclama su espacio entre las nuevas generaciones, renaciendo en nuevos marcos históricos.

El contramaestrense común, sencillo, cotidiano, que se detiene a escuchar los mitos y leyendas de sus orígenes, ha retomado el “San Juan” y lo ha renovado. En sus raíces es el mismo, con un marcado carácter popular, pero a la vez más personal, ya que  ha cambiado su organicidad.

En las primeras celebraciones las personas se aglomeraban en  un solo punto del río (puente de la carretera central); en las nuevas circunstancias se descentralizó como punto de referencia y las personas se han diseminado en su cause según el hábitat que les corresponde.

Cada grupo de personas  le aporta nuevos elementos que lo enriquecen como: bañarse con carapachos de coco, se santiguan, entonan cánticos espirituales o de la música contemporánea, reparten bebidas, se cortan el pelo, etc, pero todas conservan la tradición de guardar el agua en botellas. Una descripción de la observación realizada en las celebraciones de la noche del 23 para el 24 de junio de 2005, en Contramaestre, permite ilustrar la diversidad simbólica del ritual de San Juan de ahora: 

 "Por varias pendientes descienden grupos de personas. Algunos se alumbran con velas y faroles. Es apreciable, que algunos estén pescando -muy recomendable para la salud-. Llevan imágenes de la Virgen de la Caridad, Santa Bárbara y San Lázaro. Hay un grupo que encabeza un santero, seguido de siete ahijados. Se distingue por su hermética organización en la acción ritual: Colocan una imagen de Elegguá en la orilla del río, le encienden una vela después de echarle agua, penetran en el río hasta el centro de la corriente formando un círculo...”

El santero saca un coco, lo rocía con perfume, pide permiso a Oshún, que domina las aguas del río, aunque es día  de San Juan. Sumerge varias veces el coco, repitiendo: "Al fondo vamos y a la superficie subimos, y canta una plegaria en lengua yoruba". Ordena a los participantes que se sumerjan, acción que realizan, simultáneamente. El oficiante dice: "quedan bautizados en nombre de Oshún, Elegguá, con el agua de San Juan Bautista".

Recuperar esta tradición   es revivir la experiencia de sus primeros pobladores; su legado permanece en el tiempo; siendo esta  una fuente de identidad, que no solamente guarda relación con las personas que participan directamente en la celebración  sino para  todos los habitantes de la ciudad, portadores de una memoria histórica que no siempre puede encontrarse en otros lugares.

 En la medida que avanza la recuperación de este valor patrimonial, crece la identificación y se refuerza el sentimiento de pertenencia que hace  al ciudadano con mayor sentido identitario,       consciente de sus valores y comprometido con su destino.  


 

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