viernes, 23 de diciembre de 2011

La niña Jennifer pregunta sobre la guerra

Por Moraima Zulueta. moraima@gritodebaire.icrt.cu

Jennifer López Pantoja, es una niña de Contramaestre de 10 años que en septiembre reinició su escuela para cursar su cuarto grado y seguir conquistando el futuro.

La pequeña al igual que muchos de sus semejantes en Cuba pregunta el por qué de guerras sin justicia, que matan a personas indefensas; que arrasan con todo.

Esta vez, su mamá Tatiana no le puede explicar como de costumbre, pues su compromiso como colaboradora de la salud en la hermana en la República Bolivariana de Venezuela, para mejorar la visión a necesitados, impide la comunicación elocuente con su hija.

Pese a esta separación temporal de su tutora, Jenny como cariñosamente le llama su familia, sigue consultando con dudas urgentes; el por qué de la guerra actual en Libia, ofensiva que muestra en la pantalla de casa, imágenes desgarradoras sobre muertes de niños que no merecen ese destino tan cruel.

Pero el oficio de la pluma y la palabra acompañado del apego a esta niña, me permite entre la inocencia y el razonamiento lógico hacerle comprender, que la guerra es sinónimo de destrucción masiva y quienes la preparan, son cerebros llenos de odio y ambición, interesados en riquezas ajenas, sin escrúpulos, sin decoro.

De ahí que la población infantil en Libia sufra sin desconsuelo, sin piedad, mostrando al mundo su sonrisa truncada, su rostro infeliz. Es esa la razón de que muchos niños de esa nación árabe han perdido sus esperanzas, mientras que a otros se les han alejado de sus seres más queridos.

Porque el recuerdo de esos cuerpecitos cercenados por bombas yanquis, cuyas caritas se pierden en vendajes marcados por decenas de puntos negros, de heridas profundas sin curas; de mirada puesta en el abismo, atemorizan a cualquier niño cubano como el caso de Jenni en Contramaestre.

La verdad estremece ante el desconcierto de esas almas inocentes sin pan, sin abrigo, sin fe en el mañana. No obstante; Jenny interpreta que el apetito desmedido de una potencia imperialista arrebata la felicidad a esos niños de Libia.

Finalmente Jennifer Pantoja me mira satisfecha y llega al convencimiento que la guerra mata sin importar género; empobrece; que separa familia hasta la eternidad; hace imposible la búsqueda de alimentos para la subsistencia humana; convierte en cenizas hogares, fábricas, escuelas y hospitales públicos; cuyas memorias deprimentes permanecen fijas y se traducen en una pesadilla cierta no sólo en esta pionera cubana, sino en cada niño de la Isla que vive un panorama diferente.

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