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Preguntar a cualquier residente de Maffo por Eliécer Navas Llópiz, quizás resulte un nombre desconocido, pero si decimos Cheche, segura estoy, le será muy familiar identificar este personaje local.
En calle lra No. 15 del Reparto Nuevo Bijagual, Maffo, vive este protagonista, a quien la vida lo marcó con un síndrome de Down severo, sin posibilidades de aprender las letras del abecedario y los números para contar, con un lenguaje incapacitado característico de su propia enfermedad genética.
De estatura mediana y complexión delgada, y una fisonomía típica de un “Down”, Cheche, tuvo la gracia de nacer con los ojos del color de la esperanza que hablan de por sí, cuyo contraste con cejas bien tupidas, orejas y entradas pronunciadas, armonizan sus muecas para la diversión de sus seguidores.
Sin embargo, su carisma natural, lo convirtió en leyenda viva del pueblo, pues tan pronto aprendió a caminar desandaba las calles y espacios públicos para ganarse la vida y hacer reír a muchos.
Tras el centavo nuestro de cada día, una carretilla le distinguía como mandadero del barrio, con vestimentas que hacían galas a oficios de sus grandes predilecciones: chofer y policía, cuyo bastón y gorra era la indumentaria distintiva que le acompañaba siempre. Contorsionista por excelencia; acostumbraba a reunir multitudes, que en pago a sus carismáticas piruetas, le regalaban chiflidos y aplausos.
Dársela de buen orador, lector de periódicos de revés y conocedor de “buenas nuevas” fueron otros de sus encantos. Frases como “Latingo, latingo, latingo…jo” para referirse a Latinoamérica, y nombres de presidentes y dirigentes de la nación etiquetan su conducta revolucionaria y sentido de pertenencia por la Patria que le vio nacer y crecer.
Con sus propias ganancias de “pesetas” este personaje leyenda de Maffo, discutía diariamente “el uno” en la compra de la prensa, y tras una supuesta lectura y “fabulosos discursos” arrastraba un pueblo, que se regocijaba con su agraciada fantasía.
Era la voz altoparlante del barrio para el anuncio de productos alimenticios: ”llegó mandao…, el biquillillo, azuca y aró” para avisar el picadillo, el azúcar y el arroz, cuyos anuncios movilizaban al vecindario que confiaban en la seriedad del “pícaro”
Sus dotes rebasaban los límites geográficos del municipio, al ser trasladado por conductores de confianza, hacia tierras camagüeyanas y de la capital cubana, para hacer deleitar a viajeros y a los propios pobladores de los lugares de destino.
Bailador nato en cualquier escenario con un descomunal contoneo de cintura, con apego a la música del Órgano Oriental y de la buena pachanga acompañada de su jarrito de cerveza, Cheche amanecía en fiestas populares, hasta que familiares salían tras su búsqueda para el regreso a casa.
¿Cuál es su temor? Viene un ciclón”… ha sido la frase más espantosa y temida para este personaje, cuyo aviso de maldad y susto de muchos provoca que se refugie en su cuarto, pronunciando palabras de defensa propia como “Voy day macanazo, voy decí policía., voy a cogei preso. La oscuridad es otro de sus pánicos.
“Amigo” es la palabra común del ilustre picaresco, quien así bautiza siempre no sólo los humanos, también a los animales.
Hoy cuando su cuerpo exhibe 64 años de edad y sus fuerzas no le acompañan, su hermana Loida Navas (mamá Yoya -como él le dice- quien es Master en Educación) lo cuida como su hijo grande, con amor, mimo y apego, pues una silla de ruedas es su soporte de descanso, cuya invalidez total no le impide bailar desarmadamente frente a su televisor o un equipo de música, porque según sus palabras: “no hay quien le “eche un pié a’lante”…